La Iglesia católica tiene una costumbre por la cual cuando muere un papa, elige a otro. Suele ser en semanas, pero una vez tardaron tres años para desesperación del pueblo de Viterbo, que es donde había muerto el anterior papa y en aquellos tiempos, debía ser elegido el sucesor. Casi 800 años después, hay papa pero no presupuestos, que no es lo mismo, pero se le asemeja. El Gobierno de Sánchez, el que desde la oposición exigía a Rajoy adelantar elecciones cuando no pudo aprobar las Cuentas, vende que no pasa nada visto cómo está el Congreso. Que el año 2025 ya llegará. Menos falta en Gipuzkoa y Araba para ver qué foto trae el 21 de abril. Si deja margen a sus gobiernos forales –que mostraron bastante más preocupación que Madrid por no contar con Cuentas en 2024– para maniobrar y actualizar partidas. Pasadas las urnas, las oposiciones también harán su reflexión y quizá se enmiende un fracaso que no deja de ser de gobiernos y oposiciones. Como a los católicos del siglo XIII, es tiempo de espera y de confiar en que no hagan falta soluciones como las de 1271. Pasaban los meses, liados los purpurados en sus cuitas, hasta que el pueblo harto, los terminó encerrando a pan y agua hasta que eligieran papa. Incluso les quitaron el techo del palacio papal. Así nacieron los cónclaves. Desde entonces, Roma siempre tiene obispo.