Quién podía esperar que Pello Otxandiano iba a responder “sí” a la pregunta de si ETA fue una organización terrorista. Esa, sin ninguna duda, no hubiera sido la noticia de la campaña sino la de un tiempo histórico que sigue sin cerrarse del todo por esa ausencia de revisión crítica de la estrategia que empleó la violencia para fines políticos. La pregunta era de manual, de esas que se tildan de obligadas y por lo tanto esperada, de respuesta sencilla, sí o no, pero el candidato se envolvió en largas explicaciones en busca de un equilibrio imposible si a lo que se aspira es a conformar una mayoría que permita llegar al palacio de Ajuria Enea. Como más tarde dijo Imanol Pradales, “Euskadi se merece un lehendakari que condene toda la violencia que ha habido en este país”, algo así como un requisito no escrito, aunque en política eso es mucho decir. Lo cierto es que salvo esta polémica, la campaña apenas ha alterado nuestro día a día, en líneas generales ha imperado un clima de respeto entre los contendientes y ha discurrido sin mayores sobresaltos salvo el lamentable ataque que sufrió el candidato jeltzale, afortunadamente, sin graves consecuencias. En el fondo, es lo que se anhelaba en aquellos años que forman parte del pasado, que no es lo mismo que del olvido.