DONOSTIA – Año y medio después de girar por salas, el Navarra Arena fue el escenario final elegido por El Drogas y su banda para bajar la persiana al largo tributo a Barricada en el 40º aniversario de la formación del grupo. Aquel intenso y emotivo concierto de despedida, en el que sonaron himnos como La silla eléctrica, Okupación, Oveja negra o No hay tregua, se publica ahora en formato de doble compacto, triple vinilo y DVD.

¿Drogas, Enrike, maestro o aitatxi?

—Como quieras (risas). Cada vez más la gente me llama Enrike, algo que me extraña. ¿Mi madre? Ella me llamaba a gritos para que subiera a comer; y lo hacía 20 veces por lo menos. Ahora, me he acostumbrado a que me digan aitatxi. Es un nivel más allá.

¡Menuda gira se ha marcado!

—Año y medio, en el que dimos 93 bolos, la mayoría en salas. Y el bolo final fue en el Navarra Arena. Tuve en la cabeza tocar dos días en el Zentral y otro par en la Totem, salas representativas de Navarra, pero al final lo centramos todo. A mí me gusta más tocar en salas, pero nos dejamos llevar y no me arrepiento, ya que el ambiente, se ve en el disco, lo levanta la gente.

Se les fue de las manos la gira, ¿no?

—Sí, no teníamos previstas tantas fechas. Se fue de las manos, pero en positivo. La chispa surgió al acudir, como cada 18 de abril, fecha del primer bolo de Barricada, a la plaza del Rastro. Vimos que eran 40 años del grupo y como siempre ando buscando excusas para nuevos proyectos, le comenté al grupo hacer un repertorio íntegro de Barricada. Lo bueno es que pudimos tocar en sitios poco habituales como Toledo o Guadalajara, no solo en los de siempre.

El viejo espíritu rockero de los 80.

—Eso es, el de salas. En mí surgió al leer artículos de The Clash o Sex Pistols. Se puede batallar en todo tipo de campos, pero la esencia de lo que entiendo como banda es el circuito de salas. Y es lo que hay que mantener.

¿Qué ha sacado de esta gira?

—He visto a gente a la que la historia de Barricada le supuso un impacto importante, como me sucedió a mí al escuchar a Leño y perseguirles por los pueblos. Sabía que sería la excusa perfecta para reunirse gente que no se veía en tiempos porque la vida y la familia te ponen en otro sitio. Hubo quedadas para reunirse, cenar y luego acudir a ver al grupo.

¿El rock se ha quedado en manos y oídos de ‘viejunos’, puretas y aitatxis?

—Podría ser… Yo sigo escuchando a grupos con propuestas interesantes en el ámbito del rock, de La Perra Blanco a El Cantante de Greco, Niña Coyote eta Chico Tornado, las gallegas Bala, Seda, Capsula, Los Zigarros… El presente está bien reflejado.

Pero no es lo general, a cierta edad se desconecta de la actualidad.

—Yo lo noto. Mis últimos 14 años de música en cuanto a respuesta no son tan seguidos como esta gira sobre Barricada. Está claro, pero no me importa. Lo que no va a hacer esta gira es que tire de un repertorio del año 1994 hasta que me jubile. No va por ahí mi forma de ser. Ojalá las propuestas rock fueran más seguidas, pero este país es como es y veo complicado que se dé la vuelta. Ahora se opta por los festivales, que acaban siendo trailers de películas. El trailer tiene mucha acción, pero luego la película… Yo soy seguidor de la filosofía de Dylan, que ni pone nombre a las giras.

Refractario a la nostalgia, ¿cómo se ha sentido mirando hacia atrás?

—No he mirado hacia atrás, solo quería versionar esas canciones con mi banda actual, con Txus, Flaco y Brigi. Y cómo han sonado estos temas y su puesta en escena no tienen nada que ver con cómo se proyectaba Barricada en directo. No digo que sea mejor o peor, ¿eh? El pasado me ha dado una base muy sólida para disfrutar el presente y enfilar el futuro con ilusión.

¿Le costó elegir el repertorio?

—Venía de hacer repertorios de tres horas y opté por uno de dos horas y cuarto por la intensidad. Pegué las canciones, como los Ramones. Esa escuela tradicional, sí, la de pasar por encima de la gente, abrumarla, que cantaran el último acorde y entrara seguido el primero de la siguiente. Acabó sonando como dinamita pura.

Hora de la confesión, ¿alguna canción favorita de los ‘Barri’?

—No rechazo ninguno de los minutos de trabajo metidos para sacar adelante al grupo y estar en un continuo meneo mental por ofrecer algo con enjundia. Eso sí, estoy más a gusto con unas que con otras. Temas como Voy muriendo sí me llenan mucho, tiene una letra interesante.

Me dijo una vez que las canciones no tienen por qué resistir el paso del tiempo. ¿Qué pasó con las de ‘Barri’?

—Quizás sea un problema del tiempo en sí, que hayamos hecho que este se haya quedado ahí.

¿Y eso es bueno?

—Están las canciones sobre el racismo, como Oveja negra, o el maltrato, como Obsesión…. me parece peligroso porque muestran que no hemos aprendido en cuestiones de humanismo y podrían haber sido compuestas hoy. Es jodido, el tiempo ha quedado parado, para nuestra desgracia.

En el inicio del concierto-disco se oye: “No mires para otro lado que vamos a salir”. ¿Es una metáfora?

—Era para que se preparase la gente, pero después se oye prest (listo). Ahí hay una segunda lectura, sí. En el siglo XX sucedieron cosas que se van repitiendo ahora, como lo de Gaza, que no se diferencia mucho de las dos guerras mundiales, o los bombardeos a la población civil. Yo lo veo desde la óptica de llamarlo fascismo, nazismo, franquismo, autoritarismo… Siempre pierde la población civil a través de mensajes que calan y son lanzados por partidos de la extrema derecha, en la que incluyo al PP.

En Euskal Herria estamos más tranquilos, en Madrid...

—Me preocupa mucho el desnivel intelectual de ciertos líderes políticos; y además, hacen gala de él. Y qué decir de que se quite el nombre a una plaza que se llama Paco Rabal o lo de Almudena Grandes. Ya sucedió en la Guerra Civil y aquella generación que no fue de oro por los asesinatos o exilios de intelectuales.

Usted es ejemplo de que se puede luchar hoy lejos de una barricada.

—Lo mío es jugar con un tigre cuando es cachorro. Hay ejemplos de gente que va a la cárcel, está la ley mordaza... Ni siquiera cuando nos censuraron con Bahía de Pasaia o En nombre de Dios tuvo que ver con la posición del sistema contra Negu Gorriak o Soziedad Alkoholika.

¿En qué está enredando ahora?

—Con la preparación de la banda tras la sustitución de Brigi, y también en un proyecto para musicar la obra de poetas como Miguel Hernández y David González, Y con el grupo actual, nos meteremos a componer para sacar un disco. Eso tengo entre manos... o pies (risas).

Así que quedan todavía muchas noches de ‘rocanrol’ por delante.

—Es que no sé vivir de otra manera y sigo disfrutando mucho a esta edad que tengo. Es incomparable a nada de lo vivido, una forma de vida.

Ya lo cantaba en aquel ‘Deja que esto no acabe nunca’.

—Cierto, te digo que si tengo que dar un término a una última gira, sería ese… y así, hasta el final.