“Disculpe, ¿viene de la feria del libro?”. “¿Un libro? Lo que voy es a comprar un paraguas”. Así ha respondido a la pregunta de este periódico en la mañana de este martes un viandante que caminaba, algo acelerado y con una totebag colgando, por la calle Camino de Donostia, huyendo de la lluvia. Un libro, dependiendo de sus dimensiones y de la circunferencia de la cabeza de cada uno, también puede servir de paraguas, si bien es cierto que si de algo guarece es del aburrimiento, del hastío y, quién sabe, si del desconocimiento -aunque, en ocasiones, en vez de paraguas, sirve de almohada o, incluso, de pastilla de melatonina para el insomnio-. Una jornada que podía resultar gris debido a las precipitaciones, ha resultado más viva y alegre que nunca gracias a la iniciativa de algunos colegios de llevar a los chavales a conozcan ese objeto que es táctil pero que sólo permite un scroll lateral, adelante y atrás. El presidente del Gremio de Libreros del territorio, Adolfo Chocarro, ha estado despachando desde buena mañana –la feria abría de 9.00 a 20.00 horas– en el puesto que su librería, Zubieta, tenía en los soportales del palacio foral, se mostró contento con la respuesta de los ciudadanos.“ Para la previsión del tiempo” que ofrecían los expertos, la mañana se ha “animado bastante”, ha comentado. En este sentido, ha explicado que a medida que avanzaban las horas y con la aparición de un tímido lucero en el cielo, los lectores han ido acercándose.

En cuanto a los libros que más se han solicitado, el presidente del gremio lo que ha hecho es valorar la "diversidad" de la oferta, desde la novela gráfica que ofrecía el puesto de Ebla hasta lo más alternativo que mostraba Kaxilda, pasando por los best-sellers de la Casa del Libro. Muchos, ha comentado, ni siquiera compran, sino que pasan a “curiosear” y a tomar ideas. Así, ha añadido, que sólo el 50% de los que participan en la feria lo hacen pensando en el descuento del 10% que hacen las librerías –este año, además, por cada compra se entregaba un rasca y gana que daba la oportunidad de obtener otro libro gratis y, en el caso de resultar negativo, permite un 5% de rebaja en cualquier librería de las asociadas hasta finales de mayo–, sino que lo hacen de manera “ritual” para “celebrar la comunidad lectora”.

Lectores, a la caza

“Quien quiere comprar un libro lo acaba haciendo”, responde Iñigo, un donostiarra de unos 60 años, “lector habitual” y con “tiempo” para esta práctica, ante la pregunta de si los descuentos incentivan el consumo cultural. “Deberían hacerlo, desde luego”, ha comentado. Él, como otros muchos, pertenece a esa “comunidad lectora” que se acerca a la feria como quien se acerca a una “fiesta”. En su caso, ha ido a tiro hecho, directamente, al puesto de la editorial de la Diputación Foral de Gipuzkoa compró dos libros: uno sobre historia marítima vasca y otro, una biografía de Pedro Manuel Ugartemendia, arquitecto encargado de reconstruir Donostia tras 1813. Sobre la probabilidad de que los libros se queden en una esquina alimentando el tsundoku –voz japonesa que se refiere a quien compra libros de forma constante para acabar apilándolos sin leerlos–, tajante: “No tengo ese problema, lo leo todo”.

Maddi y Naroa, dos estudiantes de enfermería, se han pasado un buen rato deambulando entre puesto y puesto. Han comenzado en el de Hontza y han acabado en el de Ebla, para luego retroceder. A la altura de estand de La Casa del Libro, Maddi, que es la primera vez que visita una feria de este tipo, se detiene para comprar un ejemplar del primer volumen de Binding 13, de Chloe Walsh, una saga de romance que se ha convertido en un auténtico boom en TikTok. De hecho, Maddi cuenta que esa es la manera en la que ha conocido la novela, por “redes sociales”, una de las fuentes por las que se informa de novedades literarias. La otra es su compañera Naroa que, como ella, es una ávida lectora. Las diferencia sus intereses en cuanto a los géneros. Naroa busca algo de fantasía, Maddi prefiere el romance, aunque tolera algo de “fantasía romántica”. “La estoy aleccionando”, bromea Naroa, antes de seguir con la búsqueda de alguna aventura con dragones y magos. 

A unos metros se encuentra Ana, una mujer de Altza de mediana edad. Tiene entre las manos Kilómetro 101, un conjunto de relatos sobre Maxim Ósipov, sobre aquellos condenados en la URSS por motivaciones políticas que no podían vivir a menos de esa distancia de una gran ciudad. “Me suena que ha estado en Donostia”, dice Ana. Y tiene razón, el 10 de abril participó en Okendo en una charla organizada por Literaktum. No le acaba de convencer, se despide y se marcha cuando aún llueve. Tampoco lleva paraguas.